- La industria petroquímica en el Estado de Texas fue severamente afectada por el paso del huracán Harvey hace algunas semanas.
- Millones de sustancias tóxicas emitidas al aire, derrames de hidrocarburos, inundaciones de sitios altamente contaminados con residuos peligrosos y hasta explosiones en una planta química, revelan la extrema vulnerabilidad de esa industria en esa zona frente al recrudecimiento de las tormentas por el cambio climático.
- Si bien en Estados Unidos la industria está siendo fuertemente cuestionada por las falencias de los planes de contingencia y de las evaluaciones de riesgo, en Argentina ni siquiera se informa a los vecinos y la población en general sobre los riesgos en situaciones similares como la inundación de la refinería de YPF en La Plata en 2013 o cuál es la situación en Dock Sud.
Por Lorena Pujó @Lo_Pujo
La temporada de huracanes este año está golpeando con fuerza al Golfo de México y al Estado de Texas, donde se concentra gran parte de la capacidad de refinación y de producción de sustancias químicas del país, incrementando los de por sí altísimos riesgos que representa la industria petroquímica y abriendo debates sobre su futuro, que probablemente se intensifiquen en el futuro.
Hace algunas semanas, casi todas las refinerías de Texas, operadas por Exxon, Shell y otras de las petroquímicas más grandes del mundo, se vieron afectadas de alguna manera por el huracán Harvey: algunas fueron cerradas, en su totalidad o en parte, por seguridad o por los daños producidos por los fuertes vientos y las inundaciones, y otras tuvieron que quemar gases que no podían tratar debido a la paralización casi total de la infraestructura en la zona.
Pasados los días, comenzaron a realizarse las primeras evaluaciones de la situación, aunque según los expertos llevará semanas tener un panorama más completo. Desde el 23 de agosto hasta el 30 de agosto, 46 instalaciones en 13 condados reportaron un estimado de más de 2.000 toneladas de emisiones al aire (4,6 millones de libras) que excedieron los límites estatales, según un análisis del Fondo de Defensa Ambiental, Air Alliance Houston y Public Citizen, que publica el New York Times. [1] Y eso de acuerdo a la información brindada por las propias empresas.
La gravedad radica en que, en general, estas instalaciones, industriales emiten sustancias químicas perjudiciales para el ambiente y la salud incluso cuando operan a nivel normal y según reportan, Houston no cumple con los estándares de calidad de aire desde la puesta en vigor de la Ley de Aire Limpio en 1970. La situación extraordinaria empeoró porque la mayoría de las plantas liberan la mayor cantidad de sustancias tóxicas en el cierre y reinicio de operaciones.
Al menos 14, de alrededor de 25 sitios de residuos peligrosos y suelos contaminados con mercurio, plomo, benceno, arsénico, entre otros, se inundaron o se dañaron, liberándose a suelos y agua y generando riesgos de contaminación de alimentos. Comienzan ahora a circular las primeras mediciones del agua, que indican presencia de numerosas sustancias como metales pesados, además de otras orgánicas como escherichia coli.
Y también, desde el 24 de agosto hasta el 3 de septiembre, se reportaron 96 denuncias de la gente de derrames de petróleo, químicos o aguas residuales en el sureste de Texas, según el Centro Nacional de Respuesta de la Guardia Costera de los Estados Unidos. Escapes de combustibles, daños de tanques de almacenamiento y filtraciones se produjeron a lo largo de toda la zona.
Uno de los episodios más graves se produjo en una planta química de la empresa francesa Arkema, a 40 kilómetros de Houston. Se registraron dos fuertes explosiones debido a que las inundaciones dejaron sin luz a la planta, y sin generadores de emergencia, y por tanto, entraron en combustión productos químicos sin refrigeración. La población en un área de 2,4 kilómetros a la redonda debió ser evacuada ante el riesgo de más explosiones y 21 trabajadores de emergencias fueron hospitalizados por inhalación de humo. [2
Frente a esta situación la gente fue informada y se demandó su evacuación. Pero quedó en evidencia que la empresa –ni el gobierno- no tenía forma de poner control a la situación y que las evaluaciones de riesgos resultaron completamente insuficientes. De hecho, las explosiones se produjeron al día siguiente de que el director ejecutivo de la empresa afirmara que no tenían manera de evitar que los químicos se incendiaran o explotaran después de que la planta se inundara con casi dos metros de agua. Y alertó a la población que podía haber más explosiones debido a la cantidad de productos almacenados, aunque no aclararon que tan grave sería esa explosión.
En Argentina, en los últimos años también hubo incidentes graves provocados por eventos climáticos intensos, que según los expertos se agravarán en el futuro. Sin embargo, en general, ni las autoridades ni las empresas alertan o al menos informan a la población sobre los riesgos mínimos en esas situaciones. Un caso fue durante la inundación de la refinería de YPF de La Plata en 2013, cuando se logró apagar un gigantesco incendio antes de que se extendiera al resto de la planta y llenó de hollín a toda la zona. Las autoridades no sólo no llamaron a la evacuación ni informaron nada a los vecinos que decidieron auto-evacuarse por temor, sino que además, minimizaron los riesgos y los impactos ambientales y a la salud del incidente en las semanas siguientes.[3]
Tampoco cuando en marzo de este año, las aguas inundaron el relleno de seguridad de la planta de tratamiento de residuos peligrosos de la empresa Taym en Córdoba, cuyas aguas contaminadas escurrieron a un canal de donde se abastece de agua la zona sur de la ciudad de Córdoba. [4] Poco se informó asimismo cuando la refinería de la empresa Shell en Dock Sud estuvo tres días fuera de operaciones y emanando humos negros de sus chimeneas en ese mismo año, ubicada en una de las zonas más altamente pobladas del país. [5] Desde hace años, vecinos y organizaciones reclaman la puesta en marcha de un proceso conocido como APELL (concientización y preparación de emergencias a nivel local), del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que sería un primer paso mínimo para conocer como actuar en situaciones de riesgo y cuáles serían efectivamente esos riesgos. [6]
Tampoco se han hecho públicos planes de contingencia de las empresas ni evaluaciones de riesgo tecnológico, concepto que surge en los últimos años, enfocado justamente en los potenciales accidentes que puedan surgir en procesos productivos complejos y durante el transporte y comercialización de sustancias y productos peligrosos.
Las tormentas han generado en Estados Unidos numerosos debates: la radicación de este tipo de industrias en zonas vulnerables; las falencias de los sistemas de alerta y la insuficiencia de la normativa de seguridad química y de los procedimientos de emergencias; la necesidad de demandar a las empresas medidas de adaptación o de reducción de riesgos; el rol de los monitoreos de gobierno, desactivados durante la tormenta o la necesidad de que las empresas financien las tareas de reconstrucción dada su responsabilidad en estos eventos climáticos. Incluso otros escenarios, por ejemplo, que podría haber pasado si se inundaba otra planta, teniendo en cuenta que la de Arkema es pequeña y de no tan alta complejidad. Además, se plantea la paradoja del aumento de los daños y costos de una industria responsable de contribuir al cambio climático.
Cabe esperar que esta experiencia más reciente en Estados Unidos sirva de referencia para tomar medidas en Argentina.
[1] https://www.nytimes.com/interactive/2017/09/08/us/100000005409628.mobile.html
[2] http://www.businessinsider.com/why-chemical-plant-exploded-harvey-other-plants-risk-flooding-2017-8
[3]http://www.greenpeace.org/argentina/Global/argentina/report/2013/contaminacion/Greenpeace%20IncendioYPFEnsenada%202013.pdf
[4] http://diaadia.viapais.com.ar/cordoba/el-agua-desbordo-la-planta-de-residuos-peligrosos-de-taym
[5] http://www.greenpeace.org/argentina/es/noticias/Greenpeace-exige-informacion-sobre-el-humo-toxico-de-Shell-en-Dock-Sud/