- En 2015, Naciones Unidas adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, donde reconoce que el actual modelo de desarrollo es insostenible desde el punto de vista ambiental.
- Los 17 ODS hacia el año 2030 se enfocan en la erradicación de la pobreza, la protección del ambiente y el crecimiento sostenible.
- Los Estados, primero, pero también las empresas, deben involucrarse para cumplir con los objetivos ambientales de la Agenda 2030.
Por Lorena Pujó @Lo_Pujo
En septiembre de 2015, representantes de más de 190 países aprobaron una nueva agenda de desarrollo sostenible a nivel mundial, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, en reemplazo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) adoptados en el año 2000.
Los 17 ODS, a diferencia de los 8 ODM, amplían la agenda de trabajo y la hoja de ruta hacia el año 2030 en busca de la erradicación de la pobreza, la protección del ambiente y el crecimiento sostenible. Suele destacarse a favor de los ODS que, a diferencia de los ODM, fueron elaborados a través de un proceso de participación y negociación de todos los actores y no definidos exclusivamente por un grupo de especialistas de forma aislada. Por otro lado, los ODM planteaban metas de trabajo sólo en los países en desarrollo, mientras los ODS incluyen a todos los países e convocan a diferentes actores como empresas, organizaciones de sociedad civil, universidades, entre otros.
Los ODS reconocen de forma central y explícita que el modelo actual de desarrollo es insostenible desde el punto de vista ambiental y la necesidad de luchar contra el cambio climático. Así, establecieron objetivos específicos asociados al ambiente, entre otros, el acceso al agua segura, el fomento de las energías renovables, el cuidado de mares y océanos y la necesidad de accionar contra el cambio climático. [1]
Estos objetivos han recibido algunas críticas, por ejemplo, la visión de crecimiento o la falta de definiciones claras cuando se establecen algunas metas, (por ejemplo, aumentar “sustancialmente” el porcentaje de energía renovable en el conjunto de fuentes de energía). Sin embargo, brindan una vasta gama de líneas de trabajo y representan un desafío hacia el futuro, no sólo para los Estados, muchas veces considerados como los únicos actores responsables de impulsar el desarrollo sostenible.
Las empresas tienen en los ODS un norte para mejorar su desempeño social y ambiental, gestionando de forma eficiente los recursos en toda la cadena, desde la extracción de recursos naturales, la fabricación de bienes hasta el consumo de energía, la gestión de residuos y vertidos y las emisiones de gases de efecto invernadero, entre otras.
Cada empresa puede definir, de acuerdo al tipo de actividad, qué objetivos y metas de la Agenda 2030 se ajustan a sus operaciones, alineando cada caso particular a la agenda nacional y global. Representan una oportunidad de identificar sus principales impactos sobre el ambiente, definir prioridades y así elaborar planes de reducción reales de esos impactos, estableciendo aportes concretos en cumplimiento de los objetivos.
En este sentido, a nivel global, el sector empresario ha comenzado a incorporar esta agenda, en forma conjunta, con la colaboración de organizaciones internacionales. A modo de ejemplo, se puede mencionar la plataforma SDG Compass, [2] que brinda una guía y orientación a las empresas para alinear sus estrategias y medir y gestionar su contribución al cumplimiento de los ODS. Es impulsada por Global Reporting Initiative (GRI), World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) y Global Compact o Pacto Global.
Este último fue lanzado en 1999 por Naciones Unidas para el sector privado y está organizada en forma de redes nacionales. Es la mayor iniciativa voluntaria de sostenibilidad para el sector empresarial en el mundo, con más 13.000 entidades firmantes en más de 145 países. [3] En Argentina, la red nacional del Pacto Global fue lanzada en 2004 y está conformada por más de 500 empresas, organizaciones educativas y de la sociedad civil.
Existe una gran expectativa por parte de la sociedad en este sentido. Según un estudio elaborado por PwC, [4] que analiza el conocimiento y compromiso con los ODS de casi 1.000 ejecutivos y de más de 2.000 personas, los ciudadanos argentinos, con un 80%, quedaron al tope del ránking ante la consulta sobre si desean que las empresas trabajen en el marco de los ODS y un 86% afirmó que consumiría bienes o servicios de empresas que hayan suscripto los ODS.
El carácter voluntario de la adhesión a los ODS no debería servir de excusa para mirar hacia otro lado. Las empresas también tienen la responsabilidad ante la sociedad de liderar el cambio en el modo en que se producen y comercializan bienes y servicios y de definir su rol en la agenda del desarrollo sostenible. Los aportes concretos a esa agenda deben ser medibles para que los compromisos no queden en palabras vacías.
[1] Si bien los objetivos están interrelacionados entre sí y hay metas ambientales en la mayoría de ellos, algunos son más directos: Objetivo 6: Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos; Objetivo 7: Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos; Objetivo 11: Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles; Objetivo 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles; Objetivo 13: Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos; Objetivo 14: Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible; Objetivo 15: Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad.
[3] http://www.pactomundial.org/global-compact/
[4] Make it your business: Engaging with the Sustainable Development Goals. 2015
http://www.pwc.es/es/publicaciones/gestion-empresarial/assets/encuesta-pwc-desarrollo-sostenible.pdf