- La racionalidad económica y energética de la industria nuclear parece ser una variable de escasa importancia.
- Asia es la única región del mundo donde la capacidad de generación de electricidad a partir de la energía nuclear está creciendo significativamente.
- En los últimos 7 años, el crecimiento anual de las energías renovables ha estado muy por encima del de la nuclear.
- Muchas cosas han ocurrido en los últimos años como para que los decisores políticos no vean que la nuclear es una industria vieja, pesada, cara e inútil para los tiempos que corren.
- Con las dos nuevas centrales chinas, Argentina está comprando un problema. La irracionalidad de la finalización de Atucha II y de la extensión de la vida útil de Embalse, (re)conocida por los funcionarios actuales, no ha servido de alerta.
Por María Eugenia Testa @eugetesta
“Intentar revivir el carbón o la energía nuclear es como desfibrilar un cadáver: saltará pero no revivirá«, diagnosticó días atrás Amory Lovins en una entrevista con Bloomberg New Energy Finance, señalado que estas fuentes de energía tienen un futuro sombrío.
Pero para el sector nuclear argentino, y para los sucesivos gobiernos desde el lanzamiento del plan nuclear hasta hoy[1], la racionalidad económica y energética de esta industria parece ser una variable de escasa importancia. Por eso, no solo se avanzó en la culminación de Atucha II y la extensión de la vida útil de la central de Embalse, sino que además se proyecta la construcción de dos nuevas plantas con tecnología china en los próximos años.
Recordemos que el relanzamiento del plan nuclear, que contenía la extensión de la vida útil de Embalse y la realización de una cuarta central, fue aprobado por una amplia mayoría de legisladores nacionales de (casi)[2] todas las fuerzas políticas en el año 2009 (Ley 26.566). En ese entonces fueron pocas las voces que se levantaron cuestionando el programa oficial.
De acuerdo a los datos del Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés) del 2017, 30 países se distribuyen de manera desigual 449 reactores nucleares para la generación de electricidad, con una capacidad instalada de 392.116 megavatios eléctricos (MWe); y unas 60 nuevas centrales nucleares están en construcción en 15 países.

Asia es la única región del mundo donde la capacidad de generación de electricidad a partir de la energía nuclear está creciendo significativamente (de la mano de China), en contraste con América del Norte y la mayor parte de Europa occidental, donde el crecimiento de la potencia instalada se muestra estancado.
Algunos países de Europa, por su parte, han avanzado con políticas orientadas a lo que se conoce como el “apagón nuclear”. Este es el caso de Alemania (apagará todas sus centrales para 2022) y Suiza (sus centrales nucleares serán desactivadas una vez cumplida su vida útil). Por otro lado, otros países como Italia han decidido no avanzar en el desarrollo de esta tecnología (en 2011, cerca del 95 por ciento de los italianos que participaron del referéndum votaron en contra de la energía nuclear). En el caso de Francia, mediante la Ley de Transición Energética, el país se ha propuesto diversificar la producción de electricidad y reducir al 50 por ciento el peso de la energía nuclear en el mix eléctrico para 2025 (hoy la energía nuclear representa más del 75 por ciento de la matriz eléctrica francesa).
Por su parte, en base al mérito propio y sin ninguno de los beneficios de los que históricamente ha gozado la energía atómica alrededor del planeta, tecnologías basadas en fuentes limpias y renovables están experimentando un crecimiento significativo.

En los últimos 7 años, el crecimiento anual de las energías renovales no convencionales -eólica y solar fotovoltaica- ha estado, en promedio, en alrededor del 20 por ciento. Muy lejos de lo ofrecido por la industria nuclear. Por otro lado, ya en 2015, la capacidad instalada global de energía eólica superó a la de la nuclear, mientras se espera que en muy poco tiempo –debido al crecimiento acelerado de los últimos años- la solar también la supere.

La energía nuclear es insegura y, aunque la industria no lo quiera asumir en palabras, lo hace en números. Así lo demuestran los costos en alza de los proyectos nucleares que buscan (o se les exige) aumentar sus medidas de seguridad.
A fines del mes de marzo de este año, la empresa estadounidense de energía nuclear Westinghouse Electric, propiedad de la japonesa Toshiba, se declaró en quiebra. Westinghouse es junto a Toshiba uno de los mayores constructores a nivel mundial de reactores nucleares.
Las cuantiosas pérdidas que llevaron a la quiebra a Westinghouse Electric son debido a la devaluación de su negocio nuclear en EEUU, cuyo origen está en el incremento de los costos de construcción de nuevas centrales atómicas en el país.
Por otro lado, en los últimos meses, el gobierno francés debió inyectar 4.800 millones de dólares en el grupo nuclear Areva, ex líder mundial del sector, sumido en pérdidas millonarias y en proceso de reestructuración.
Si bien el refrán reza que el mal de muchos es consuelo de tontos, todo parece indicar que Atucha II no será el único elefante blanco en materia nuclear en el mundo. Gran Bretaña ya decidió avanzar con la central Hinkley Poitn. La construcción de la mega planta, proyectada desde hace tiempo, será llevada adelante por la francesa Electricite de France SA y la china General Nuclear Power Corp. Para su viabilidad, el gobierno británico se comprometió a pagar por el megavatio hora (MWh) más del doble del precio actual de mercado (92,50 libras el MWh) durante su funcionamiento (35 años)[3]. Es que, en gran parte, el pasado y el futuro de la nuclear está en el subsidio estatal.
Según un informe de 2015 de Bloomberg New Energy Finance, con el mismo costo de capital (más de 23.000 millones de dólares sin incluir el costo de operación y del combustible) que Gran Bretaña piensa invertir en la cuestionada mega central, el país podría instalar cerca de 830 nuevas turbinas off shore, lo que generaría la misma cantidad de energía que la producida por los reactores.
La que supo irse a tiempo de un negocio que ya aparece ruinoso fue la alemana Siemens, que en 2011 anunció que se retiraba del desarrollo nuclear debido a la decisión del gobierno de su país de apagar las centrales dada la oposición de la población a la tecnología.
Muchas cosas han ocurrido en los últimos años como para que los decisores políticos no vean que la nuclear es una industria vieja, pesada, cara e inútil para los tiempos que corren.
El accidente nuclear de Fukushima, que puso nuevamente a la seguridad de las plantas nucleares en agenda, la caída del precio internacional del petróleo y el gas (en parte por la aparición del shale), pero por sobre todo la rápida expansión y la caída de los costos de las energías renovables no convencionales han cambiado radicalmente el escenario, por lo que aparecen nuevos cuestionamientos.
Cuál es la racionalidad económica y energética de invertir a estos costos en plantas con una vida útil de 30 a 35 años con los precios de las energías renovales en caída constante. Cómo mantener la excusa de la urgencia de la mitigación al cambio climático con estos costos y tiempos de instalación.
Cómo defender en los próximos 30 años el mito de la energía nuclear como contrapartida a la intermitencia de las renovables, cuando el desarrollo de la generación distribuida y descentralizada, la regionalización de las redes y el avance tecnológico en materia de almacenamiento la van a dejar fuera de juego, incluso antes de que se terminen muchas de las plantas en construcción[4].
Con las dos nuevas centrales chinas Argentina está comprando un problema. La irracionalidad de la finalización de Atucha II y de la extensión de la vida útil de Embalse, (re)conocida por los funcionarios actuales, no ha servido de alerta. El gobierno está jugando con fuego en medio de una crisis energética y climática, y la única justificación posible es la búsqueda de inversiones a cualquier costo. Nuestro país invertirá en tecnología vieja, que lo será aún más cuando las plantas hayan sido finalizadas.
En este sentido, en años más el país no solo deberá resolver qué hacer con los residuos del combustible nuclear (cuyo costo de gestión siempre ha sido ocultado –y absorbido– por el Estado), sino que además deberá lidiar con la gestión de centrales nucleares viejas, caras de desmantelar y difíciles de apagar.
Literalmente, estamos comprando energía a cualquier precio.
Jurassic Park: Las centrales nucleares argentinas
La Argentina cuenta con tres centrales nucleares en su haber, aunque no ha desarrollado reactores nucleares, salvo uno experimental de baja potencia: el CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares). Los reactores utilizados en las centrales nucleares argentinas fueron importados de Alemania (PHWR – Pressurized heavy water reactor – para Atucha I y PWR -Pressurized Water Reactor- para Atucha II), y de Canadá (CANDU -Canadian Uranium Deuterium- para Embalse).
La energía nuclear supone poco más del 5 por ciento de la matriz eléctrica nacional.
- Atucha I o Central Presidente Perón (43 años): Fue la primera central de América Latina. Su construcción se inició en el año 1968 y se conectó al Sistema Eléctrico Nacional en la tercera presidencia de Juan D. Perón, el 19 de marzo de 1974. El diseño y la construcción fueron realizados por la empresa alemana Siemens.En el año 2012, la Agencia de Energía Nuclear (NEA) de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) alertó que Atucha I figuraba en el listado de plantas nucleares cuyas vasijas habían sido provistas por la misma empresa que la planta atómica Doel-3 en Bélgica, cerrada tras verificarse fisuras en su estructura. Organizaciones ambientalistas denunciaron la situación y sólo recibieron una desmentida por parte del Estado argentino sin ningún respaldo técnico.
- Central Nuclear Embalse (33 años): Se encuentra situada en la costa sur del Embalse del Río Tercero, provincia de Córdoba. Su construcción comenzó en 1974 e inició su actividad en 1984.En el año 2009 el Congreso de la Nación aprobó la extensión de su vida útil (Ley 26.566) por 25 años más. Su costo total (no necesariamente final) sería de 1.366 millones de dólares, muy por debajo del proyectado para centrales de similares características en países con altos estándares de seguridad. La Central Nuclear de Embalse ha sufrido algunos incidentes y fallas que nunca fueron comunicados.
- Atucha II o Central Néstor Kirchner (3 años -35 años de construcción): Es el monumento al despilfarro y la irracionalidad. Su construcción se inició en 1982, y entre 1994 y 2006 estuvo paralizada, hasta el relanzamiento del Plan Nuclear Argentino, impulsado por el gobierno de Néstor Kirchner.Si bien su construcción iba a costar unos 700 millones de dólares, terminó costando 4.000 millones. Fue inaugurada varias veces pero está fuera de servicio por “averías difíciles de solucionar”.
[1] A excepción del gobierno de Carlos Menem, que detuvo la construcción de Atucha II y no avanzó en la expansión nuclear. Asímismo, durante su gobierno, Argentina se unió a los acuerdos internacionales sobre no proliferación.
[2] Solo el bloque Coalición Cívica – ARI – GEN – UPT en Diputados votó en contra. http://www.greenpeace.org/argentina/es/informes/votaci-n-nominal-del-proyecto/
[3] Bloomberg New Energy Finance, 2015.
[4] Un caso premonitorio fue el ocurrido el 8 de mayo de 2016, cuando Alemania vivió una situación histórica: el potencial del sol y del viento fue tal que el precio de la electricidad cayó hasta valores negativos, lo que supone que los consumidores terminaron cobrando por su consumo energético. Las empresas que comercializan gas pudieron cerrar sus plantas y evitar pérdidas, no así las centrales nucleares, menos flexibles, por lo que debieron pagar para que consuman su energía.