- Las MBT tratan de manera mecánica y biológica los residuos secos y húmedos que son enviados a relleno sanitario y así disminuyen su impacto ambiental.
- Permiten reducir el volumen de los residuos entre un 25 y un 45%.
- Sectores del ambientalismo critican las plantas de MBT, porque las vinculan a las tecnologías de incineración.
Por Consuelo Bilbao
@Cebilba
El año pasado el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires informó que planea instalar dos nuevas plantas de MBT – hoy funciona una en el complejo Norte III del Ceamse, en José L. Suárez- y a partir de ese momento volvieron las discusiones acerca de sus ventajas y problemas en términos ambientales.
Las MBT (por su sigla en inglés) son plantas de tratamiento mecánico y biológico que mediante diferentes tecnologías, tratan las fracciones de residuos húmedos – restos de comida, poda y basura mezclada- y separan los materiales secos – plástico, vidrios, metales, etc-. No existe un solo tipo de planta de MBT y cada una puede incluir un número diferente de procesos y combinaciones, de acuerdo a los objetivos y los residuos o materiales a tratar en las instalaciones.
La importancia de las MBT radica en el tratamiento de la fracción orgánica (restos de comida, poda y jardín) y en la disminución de los impactos en el relleno sanitario. Dentro de la composición física de los residuos generados en la CABA, la porción más voluminosa corresponde a los húmedos, que representa casi un 50% del total de la basura domiciliaria. El aprovechamiento y disminución de esta parte, solo se puede lograr mediante tecnologías de tratamiento.
Si bien la fracción de residuos orgánicos (pura) puede compostarse de manera domiciliaria, en las grandes ciudades como Buenos Aires, donde la mayoría de los habitantes vive en edificios, la falta de espacio físico vuelve muy difícil esa tarea. Resulta casi imposible imaginarse como se podrían tratar las casi 2400 toneladas diarias de residuos húmedos generados en la CABA, sino es a través de algún proceso MBT.
El tratamiento biológico permite disminuir el volumen de los residuos entre un 25 y 45% (además del residuo seco que se recupera). A través del bioestabilizado, se reduce la biodegradabilidad de los residuos y por ende las emisiones de metano (punto importante para mitigación de cambio climático). A su vez, disminuye la generación de lixiviados, las explosiones e incendios característicos de los rellenos.
Sin embargo, las MBT recibieron críticas de algunos sectores ambientalistas que las vincularon a las tecnologías de incineración (prohibida en la CABA por la Ley de Basura Cero) dado que en algunos casos pueden generar un subproducto para ser combustionado, pero su implementación no implica necesariamente “incineración”. Por el contrario, las MBT pueden ser una alternativa a la quema de residuos, como sucedió en Linz (Austria) o Sydney (Australia), donde disminuyeron los residuos que son enviados a entierro y se extendió la vida útil de los rellenos sanitarios.
Otra aspecto cuestionado de estas plantas son los bajos niveles de recupero del material seco (plástico, papel-cartón, vidrio, etc.), que pueden rondar entre un 5% a un 18% dependiendo de la composición de la fracción de RSU que sea tratada. De todos modos, no debería evaluarse la aplicación de estas tecnologías en función del material seco, porque que en una gestión integral de residuos óptima, los residuos se separan y recolectan de manera diferencial y lo que llega de seco a una MBT, debiera ser el residual tendiente a cero.
Las nuevas tecnologías son flexibles y permiten adaptarse para tratar la fracción de orgánico puro, pudiendo tratar en simultáneo fracciones mezcladas y puras y obtener un compost de alta calidad. En este sentido, si se avanzara en la recolección diferenciada, las plantas a largo plazo servirían para tratar los RSU orgánicos.
Sin embargo, para lograr una real disminución de los residuos que son enviados a rellenos sanitario el desafío consiste en que el material tratado por la MBT no vuelva, aunque bioestabilizado, al relleno. Es importante que se refuerce la separación inicial selectiva, para que de la fracción de orgánico resulte un compost de alta calidad. Luego debe avanzarse en una regulación nacional que permita usos alternativos del compost proveniente de los residuos, como por ejemplo insumo para construcción o agronómico, y/o recuperación de suelos como se aplican hoy día en Europa.