- Ante la emergencia que plantea el cambio climático, el comercio internacional avanza en las exigencias de normas y leyes que certifican la sustentabilidad ambiental y social de los productos que se intercambian en la economía global.
- El compromiso firmado en la COP21 por casi 200 países es un buen punto de partida, para impulsar la transformación en el modo y la manera de producir, consumir y distribuir bienes y servicios.
- Conceptos como los de empresas b y economía circular empiezan a formar parte de las agendas corporativas y de gobierno.
Por Gustavo Stancanelli
A fines de abril casi 200 países firmaron en París el acuerdo sobre el clima que se alcanzó en la COP21, en diciembre del año pasado. Allí se estableció el compromiso de no permitir que la temperatura media del planeta aumente 2 o más grados centígrados hasta el próximo siglo, en comparación con los niveles anteriores a la revolución industrial. Si las metas no se cumplen la única certeza es que las consecuencias humanitarias de más calentamiento global serán muy graves para todos, pero sobre todo para las personas más pobres y los Estados menos desarrollados.
Casi al mismo tiempo, la corporación global de productos de consumo masivo, Unilever, presentó en la TV argentina el último comercial de jabón para la ropa de su marca Ala, que apela a la sustentabilidad tanto por su mensaje, que promueve el uso del ciclo corto de lavado “.con el fin de ahorrar energía y disminuir el impacto ambiental…”, como por su realización misma. Según informaron desde la empresa, la agencia + Castro creó un spot “.que utiliza sólo el 40% de la pantalla de TV y fue realizado con una innovadora producción audiovisual, que permitió reducir el consumo energético durante el rodaje”. (http://bit.ly/28Zn6z6)
Estos dos hechos de distinta trascendencia forman parte de un contexto donde las ideas y prácticas sustentables, que hasta ayer eran muchas veces tratadas solo como una cuestión superficial por parte de corporaciones y gobiernos, hoy son legislación, normas, derechos y deberes que las vuelven una obligación tanto legal, como en términos de licencia social e imagen pública. Y lo serán cada vez más.
En líneas generales, los países desarrollados son cada vez más exigentes al momento de decidir que producto entra o no a sus mercados, en relación a determinados estándares ambientales y sociales. Crece también el llamado comercio justo, por citar un ejemplo, que certifica una cadena de valor que cumple ciertos requisitos de equidad, entre otros similares -. La Unión Europea, por citar un caso, no importa determinados bienes cuyo estándar de consumo energético sea negativo.
En este contexto, aparecen en escena nuevas ideas y formas de ver y hacer las cosas. Conceptos como los de economía circular y empresas b empiezan a hacerse carne en la economía real, no ya como alternativas anti sistema, sino instalándose en las agendas legislativas y ejecutivas de gobiernos locales y nacionales y al interior del management del sector privado.
Las Empresas B son aquellas, de cualquier rubro y escala, que además de ganar dinero se comprometen a realizar aportes socio ambientales en el entorno donde se desarrollan. La economía circular, por su parte, “es un concepto económico que se interrelaciona con la sostenibilidad y cuyo objetivo es que el valor de los productos, los materiales y los recursos (agua, energía, etc) se mantengan en la economía durante el mayor tiempo posible, y que se reduzca al mínimo la generación de residuos”, informan desde economiacircular.org, web de la fundación europea que trabaja en el desarrollo de estrategias de gestión sostenible.
En definitiva, la emergencia climática unida a la necesidad de cambiar de manera radical la manera de producir, distribuir y consumir energía y bienes, nos pone ante una nueva oportunidad de pensar y hacer una sociedad y una economía más justa, con otras prioridades y valores nuevos. Puesto en palabras suena como una utopía, aunque esta vez estemos casi obligados a seguirla.