Por Juan Carlos Villalonga* @calivillalonga
Hoy a la medianoche Alemania cerrará sus últimas tres plantas nucleares. Es el hito más relevante en el proceso de abandono de la energía nuclear en el país que comenzó formalmente en el año 2000. ¿Cómo fue posible?
El proceso implicó la desactivación de más de 26.000 MW (36 reactores de potencia), varios reactores experimentales y un importante complejo industrial. Algo así solo es posible con un acuerdo político y social muy sólido.
La energiewende, la transición energética alemana, es fruto de un proceso político de varias décadas que implicó fuertes debates, tensiones, acuerdos y programas de gobierno. Es un gran ejemplo de la dinámica del cambio dentro de una sociedad democrática. Estos últimos tres reactores que salen de operación hoy tenían fecha de cierre para el 31 de diciembre del año pasado, pero la crisis energética producto de la invasión rusa a Ucrania hizo que se reprograme para hoy. El objetivo fue que las centrales estuviesen en línea durante el invierno, ante la posible escasez energética.
La industria nuclear alemana nació en los años 50 acompañando el gran auge del desarrollo económico, y su despliegue a escala se inicia en los 60. Sin embargo, la viabilidad económica de los reactores fue puesta en duda desde ese entonces en el ámbito empresario local.
La oposición nuclear surge a fines de los años 60 con los movimientos pacifistas y las iniciativas ciudadanas ambientales. Lo nuclear comienza a ser señalado como la antítesis de la transformación verde deseada. Rápidamente, las movilizaciones antinucleares se hacen cada vez más frecuentes.
La ocupación de la construcción de la planta nuclear de Wyhl en 1975, liderada por los vecinos, es tal vez el hecho más relevante que da inicio al phase out nuclear que hoy vemos. La ocupación que realizaron más de 30 mil personas se convirtió en causa nacional y el proyecto debió abandonarse.
En el corazón de las transformaciones propuestas por el movimiento ambiental alemán estaba el abandono de los fósiles y las nucleares. En 1979 acurre el accidente de Harrisburg en Estados Unidos, y eso reforzó las movilizaciones. El ya famoso «Nuclear?, no gracias» era una consigna popular para entonces.
El consenso político partidario en torno a lo nuclear comienza a quebrarse con el surgimiento en 1980 de Die Grunen, el partido que representa al movimiento ambiental. La oposición antinuclear es feroz y su crecimiento imparable. En 1982 Los Verdes acceden a Bundestag.
La energiewende comienza a expresarse de dos modos: por un lado, desarrollos como el del Öko-Institut e.V. (1980), que comienza a utilizar ese término para diseñar la salida alemana de los fósiles y la nuclear; por el otro, un estudio parlamentario mostró que la energía nuclear era «innecesaria».
Mientras esto pasaba, ocurre el desastre de Chernobyl (1986). Su impacto en toda Europa es muy importante. El SPD (socialdemócratas), que ya tenían serios cuestionamientos desde sus propios votantes, abandona definitivamente el apoyo a la energía nuclear y se pliega a Los Verdes. La opinión antinuclear es mayoritaria y desafía a todos los partidos políticos (tocó picos del 86%). En los hechos, implicó que se estableciera la definitiva paralización de la expansión del programa nuclear. Pasó de tecnología «innovadora» a una tecnología de «transición».
En 1990 se produce la reunificación alemana, e inmediatamente se produce el primer cierre masivo de reactores de diseño soviético: cuatro reactores nuevos VVER-440 operativos, uno en construcción, dos planificados y un pequeño reactor VVER más antiguo.
En los años 90 el debate energético queda inmerso en la agenda climática. Alemania rápidamente se convirtió en actor central desde la adopción de la convención climática (Rio’92). La COP1 se realiza en Berlín, presidida por la entonces ministra de Ambiente y Seguridad Nuclear Angela Merkel.
Alemania adopta como política de Estado el desafío de la descarbonización, impulsando legislación y la industria de renovables. ¿Qué ocurría con los partidos y lo nuclear? La CDU y la FDP (liberales) mantienen su mirada favorable; los Verdes, la SPD y los excomunistas, una opuesta. Pero en lo que en verdad diferían era en la fecha de cierre de los reactores, es decir, si se los apagaba al final de su vida útil o de forma anticipada. El programa nuclear ya estaba congelado y nadie proponía reactivarlo. La cuestión era por cuánto tiempo los reactores acompañarían la transición.
La agenda verde y el agotamiento del extenso mandato de la CDU permitió la llegada al gobierno de la coalición SPD/Verdes en 1998. Dos mandatos consecutivos (1998-2005) de la coalición rojiverde fueron un punto de inflexión para la política energética. La coalición le dio un impulso decisivo a la industria renovable e inició la discusión del phase out nuclear. Tras intensas negociaciones con la industria y los diferentes partidos se aprobó en 2000 la ley que limitó a 32 años promedio la vida de los reactores.
La oposición CDU y FPD tuvo reparos con la política climática y de renovables, y rechazó el apagón nuclear. La aplicación de la fórmula de los 32 años llevaba al cierre del último reactor en el 2022. La ley establecía, además, una moratoria para otras instalaciones nucleares.
En las elecciones de 2005 accede al cargo de canciller Angela Merkel, gracias a la coalición CDU/CSU y el SPD. La meta renovable se estableció en el 20% al 2020, reforzando la política energética vigente. Merkel dobla la apuesta y se convierte en la «canciller climática».
En las elecciones de 2009 el consenso en torno a la política climática y de renovables era total. Todos los partidos estaban en línea con la energiewende en curso. Lo nuclear era un «desacuerdo» en el horizonte temporal que no complicaba al resto de la política energética.
La coalición CDU/CSU y FPD puso el acento en una transición más eficiente y presentó en 2010 su «energiekonzept»: reducción de dióxido de carbono (CO2) del 55% en 2030 y 80% al 2050; una política más agresiva en renovables; y la extensión en 12 años la vida de los rectores, el último cerraría en 2036. La decisión sólo extendía la vida de los reactores, pero el abandono se mantenía así como el congelamiento de todo otro proyecto. Pero la reacción fue gigantesca y el movimiento antinuclear demostró que seguía vivo. Alemania entró en estado de conmoción.
En este contexto de agitación, el 11 de marzo de 2011 ocurre el desastre de Fukushima. La coalición de gobierno, con Merkel a la cabeza, decide revisar las medidas recientemente impulsadas. Se anticipa el cierre de 7 plantas y se decide retomar al cronograma del 2000.
A partir de 2011 desaparecen todas las discrepancias entre partidos en torno al cronograma de cierre nuclear, y la energiewende cobra un impulso sin precedentes. Desde entonces el plan de cierre se cumple prácticamene sin sobresaltos.
Luego de las drásticas decisiones adoptadas en 2011, Ángela Merkel, al mismo tiempo que sostuvo un liderazgo climático internacional, adoptó nuevos objetivos más ambiciosos y cumplió con el cronograma de cierre nuclear. Merkel finalizó sus cuatro mandatos como canciller en base a diferentes coaliciones.
A partir del 2021 el nuevo gobierno fue formado por lo que se conoce como la coalición «semáforo». Durante sus primeros meses de gobierno se produce la invasión rusa a Ucrania con la consiguiente repercusión en el mundo de la energía. Esta crisis obligó a Alemania a revertir todos los contratos de suministro de gas ruso por otros con diferentes países, al mismo tiempo que debió extremar las medidas frente a una menor disponibilidad de gas. En este contexto sufre alteraciones el cronograma de la transición.
Para prepararse para el invierno 2022/23 se decide volver a poner en línea a un grupo de plantas de carbón para que actúen de respaldo, y se acordó postergar el cierre de los tres reactores restantes del 31 de diciembre de 2022 al 15 de abril de 2023. Rever estos calendarios fueron decisiones legislativas.
Algunos fatalistas utilizaron estas decisiones para decretar el «fin de la transición alemana». En verdad, para diversos analistas, las decisiones adoptadas desde el conflicto, lejos de retrasar la transición, la han acelerado en toda Europa en al menos 5 años. En relación al apagón nuclear, vale señalar que, además de los riesgos, se evita una constante demanda de recursos económicos de una tecnología que no aporta a la flexibilidad que necesita un sistema eléctrico basado en renovables. La nuclear no es un respaldo, es un estorbo tecnológico en la transición.
En este artículo me he centrado en el derrotero de las decisiones en torno al cierre nuclear. Hay historias paralelas muy importantes como la evolución de la política renovable; la reconversión de la industria nuclear; el phase out del carbón; el rol del gas, etc.
Las verdaderas protagonistas de todo este proceso han sido las energías renovables, que cubren el 47% de la demanda eléctrica. El objetivo del país es llegar al 80% para 2030. Un mito que se suele repetir es que Alemania importa energía nuclear de Francia, lo que es falso. Alemania ha sido exportador neto de electricidad a las redes europeas de manera permanente.
Por su parte, en términos de emisiones de CO2, la reducción ha sido constante. El objetivo es llegar a 2030 con 65% por debajo del nivel de 1990; un 88% en 2040; y en 2045 la neutralidad de emisiones.
Alemania comienza una nueva era luego de haber atravesado un proceso de desarrollo social, político e industrial sumamente estimulante.
*Juan Carlos Villalonga es consultor en energías renovables, hidrógeno, cambio climático y
sustentabilidad. Presidente de Globe International. Diputado Nacional MC (2015-2019).